La Maternidad, ese gran desconocido

¿Qué va a cambiar ahora que soy madre?¿Seré la misma? La Maternidad te llena de preguntas y de miedos, pero también de la fuerza y la energia que necesitas para descubrir la mejor versión de ti misma.

10/16/2025

Antes de ser madre, lo único que conoces de la Maternidad (sí con una gran mayúscula) es lo que has leído en algún artículo en internet o te han contado otras mamis…pero nada tiene que ver con ser tú la protagonista de la película.

Ni siquiera cuando ves aparecer las dos rayitas en el test, con ilusión y algo de temor, eres realmente consciente de lo que será ser madre, porque en este caso necesitas sentirlo para saberlo.

Recuerdo que la primera vez que el SuperPapi (también con mayúscula) y yo nos planteamos ser padres estábamos en una de las ferias del vino que se organizan en la ciudad todos los años. Estábamos sentados en una mesa y a nuestro lado había una pareja con un bebé muy pequeño, nos pusimos a charlar y la mami nos contó que era muy bueno, que llevaba durmiendo casi todo el día y que podían hacer “vida normal”.

Al día siguiente, con nuestras 10 horas de sueño habituales de los domingos y el café en la mano nos pusimos a hablar y a plantearnos, que pasaría si fuéramos padres. Cumplíamos todas las condiciones socialmente exigidas para serlo: llevábamos mucho tiempo juntos, nos habíamos casado, teníamos una casa y un trabajo estable.

Así que, tomada la decisión, nos pusimos a ello. Tuvimos suerte, porque al poco tiempo aparecieron las ansiadas rayitas en el test. Lo primero que pensé al verlas fue en aquella fiesta del vino, en ese bebé y en “esa vida normal”, que por supuesto no era tal.

Nueve meses después: la ola de la Maternidad me arraso como a la prota de Lo Imposible.

Es cierto que la Maternidad cambia tu vida de pies a cabeza, dejas de ser la persona que eras, pero te conviertes en una persona mejor, con mayores competencias, con más capacidades y con una resistencia que ni los corredores de maratón.

La Maternidad te empuja a enfrentarte a situaciones que te dan miedo, a resolver conflictos que desde fuera no querrías ni escuchar, a ser menos egoísta porque siempre hay alguien por delante de ti.

Te lleva a darte cuenta de que el cansancio solo es un estado pero que con él se pueden seguir haciendo las cosas y que, aunque estes agotada del día, aún tienes energía para bañar a tus pequeños, leerles un cuento y cantarles hasta que se quedan dormidos.

Te hace ser más conformista y menos exigente, pero también aprendes a valorar más las pequeñas cosas… un beso rápido de tu pareja antes de irse al trabajo sustituye las despedidas interminables de cuando ibas a la universidad o una mirada mientras cambias un pañal, tiene el mismo valor que aquellas horas de conversación paseando cogidos de la mano.

Ser madre te pone del revés, te hace replantearte intereses, prioridades y deseos, pero te hace más fuerte, más valiente, más luchadora, una versión de ti que de otra manera jamás habrías podido descubrir.

Es cierto que jamás volveremos a “tener una vida normal” pero, ¿Quién no querría besos y abrazos de dos pequeños los domingos por la mañana? ¿Quién no querría escuchar “mama te quiero, eres la mejor” en un mal día?

¿Quién no querría ver como con el paso del tiempo tu pequeño aprende a gatear, a andar, a hablar, a leer, a atarse los cordones, a bailar, a jugar…pero que también se enfada, se defiende, te reta, se indigna, tiene opiniones y se enfrenta al mundo?

¿Quién querría “una vida normal”?