Una noche para mi
A veces, es necesario dedicar, aunque solo sea por unas horas, un tiempo a cuidarte, a mimarte, a quererte… a sentirte lo más importante de tu propia vida.
11/6/2025


Cuando hablaba con mi madre sobre crianza, ella solía decir que “uno más uno no son dos” y que razón tenía. Las madres tienen ese superpoder, siempre prevén las situaciones antes de que ocurran. Así que cuando mi hijo pequeño llegó a nuestras vidas todo se intensificó.
Aunque éramos dos para dos y SuperPapi estaba presente para poder repartirnos las diferentes tareas del día, es cierto que el trabajo posparto fue plenamente cosa mía.
Personalmente, empecé a ser consciente de que no solo tenía que atender las necesidades básicas y emocionales de un niño de 3 años al tiempo que lidiaba con sus rabietas, estudiaba sobre cómo funciona el cerebro de un niño para poder educarlo de la mejor manera posible y me encargaba de todas esas pequeñas cosas que no se ven, pero están ahí.
Rápidamente, empecé a darme cuenta de que en este momento no bastaba solo con eso, ahora tenía que duplicar, que no dividir, mi atención y mi energía.
Una atención y energía que se traducían en: pasar noches en vela dando el pecho, acudir a las visitas rutinaria con el pediatra, prestar una especial atención a que el peque no duerma demasiado tiempo de un ladito de la cabeza, para evitar la plagiocefalia, ponerlo boca abajo para que fortalezca el cuello y la espalda, pasear un ratito todos los días para que tome el sol… y todas esas atenciones varias que requiere un recién nacido.
Después de meses viviendo esta intensidad, yo me encontraba física y mentalmente al borde del colapso, así que decidimos terminar con la lactancia materna y pasar al pequeño al maravilloso mundo del biberón, donde SuperPapi, al fin, podía participar.
Observando que el peque se cogía bien al pecho y que SuperPapi podía hacerse cargo de las noches decidí tomarte una noche para mí, situación que cuando eres madre se asemeja a encontrar un diamante entre las rocas en una mina de África.
Cogí una mini maleta, reservé una habitación en un hotel de la ciudad y me escapé para hacer cosas sencillas: respirar, leer varias páginas seguidas y sin distracciones, cenar sin levantarme de la mesa, dormir 8 horas del tirón, darme varias duchas calentitas, pasear con la música puesta…esas cosas que, parecen normales e insignificantes para la mayoría, pero que las madres ya sean primerizas o expertas, tengan uno, dos o siete hijos, echamos de menos y nos parecen lujos de otra época.
Después de 24 horas de exprimir todas estas experiencias al máximo y de estirar el tiempo como si de un chicle Boomer se tratara, volví a casa.
De camino, en el coche mi cabeza se iba llenando de pensamiento en torno a la idea del caos que debía estar reinando en mi casa. Lo duro que debía de estar siendo para Superpapi quedarse solo con un niño de 3 años y un bebé de 7 meses.
Me lo imaginaba cansado y con ojeras por la falta de sueño de la noche anterior. Intuía que estaría agotado y saturado y por supuesto al borde de un ataque de nervios, aguantando por mí, pero desfallecido.
Os diré, que todo era fruto de mi imaginación.
Cuando aparqué el coche y caminé hacia el parque cerca de casa, los encontré riendo relajadamente, disfrutando del solecito del domingo, distraídos y sin ningún tipo de caos a la vista.
El mayor corrió hacia mí y el pequeño se lanzó a mis brazos. Me saludaron con millones de besos y abrazos, como suelen hacer siempre, como si solo hiciera un par de horas que me había ido.
En ese momento otros pensamientos se colaron en mi cerebro: la situación que me he encontrado no ha sido para nada como yo la estaba imaginado ¿Por qué decidí pensar que todo estaba siendo un caos sin mí?
Me había marchado empujada por la necesidad de parar y no colapsar. Movida por el sentimiento de querer cuidarme un poquito, de relajarme y sentir que nadie me necesitaba durante unas horas. Aunque esto es esencial para no explotar, os diré que en mi escapada llevé a la culpa de la mano en todas las actividades que hice.
Para SuperPapi, mi escapada solo significó un día de encuentro entre los tres, de estar a tope con ellos, unas horas en las que disfrutó siendo el rey de la casa, por una vez. Para mí, un esfuerzo de tamaño colosal digno de agradecer y admirar.
No es agradable reconocerlo, ni ponerlo con palabras, pero de verdad siento que nosotras vivemos esta clase de situaciones con más intensidad, con más ansiedad y sí con más culpa. Que esos sentimientos nunca se van, que siempre nos acompañan.
Con el tiempo, la culpa se hace más pequeña pero no desaparece del todo, aprendes que la única opción es hacerlo, aunque te sientas así. Aprendes a darte importancia, a interiorizar que si tu no estás de una manera plena y consciente, difícilmente puedes darles lo que necesitan.
A veces, es necesario dedicar, aunque solo sea por unas horas, un tiempo a cuidarte, a mimarte, a quererte… a sentirte lo más importante de tu propia vida.
Porque que cierto es eso de “cuidarse para cuidar”.


